Para mantenerlo en cautividad es necesario disponer de un terrario con unas dimensiones mínimas de 40 centímetros de largo x 40 centímetros de profundo x 60 centímetros de alto. Como decoración interna puede emplearse un buen ejemplar de Ficus benjamina. Para asegurar una buena ventilación es conveniente que la mayor parte de los laterales y la cubierta sean de malla. Para que tenga un lugar en el que calentarse, podemos proporcionarle una lámpara puntual de hasta 40 vatios de potencia. La temperatura del terrario deberá ser de 26 a 27 ºC durante el día y podrá descender 6-8 ºC por la noche. La humedad relativa del aire será del 50 al 70 por ciento durante el día. Por la noche aumentará automáticamente al bajar la temperatura. Para mantener la humedad adecuada basta con pulverizar agua en el terrario cada mañana. Hay que proporcionarles de 12 a 14 horas diarias de luz y, de ser posible. es muy aconsejable que estos camaleones reciban luz solar directa y sin Filtrar. Lo ideal es poder colocarlos unas horas al día en un terrario exterior y soleado durante cualquier época en los días soleados. Como alimentación aceptan un amplio repertorio de alimento vivo entre los que podemos incluir grillos, saltamontes, cucarachas. gusanos de harina, pequeños escarabajos. etc.. asi como ratones recién nacidos. Es importante que la dieta sea variada, pues de lo contrario podrían llegar a negarse a comer. El agua se les puede suministar mediante un bebedero automático. Ademas, también pueden beber del agua que se les pulveriza a diario. También es suficiente con darles agua una o dos veces a la semana mediante una pipeta. Con un poco de experiencia, basta en fijarse en la coloración de una hembra de Chamaeleo fischeri para saber si esta en celo. Suele lucir un hermoso color verde intenso con algunas manchas blancas en la parte anterior del cuerpo. Su cabeza es de color amarillo brillante. Si se Ia coloca junto a un macho, este iniciará inmediatamente el cortejo nupcial. En cuanto vea a la hembra, su color de base se hará más claro y mostrará claramente el dibujo blanco. Moviendo enérgicamente la cabeza. se aproximará a la hembra mientras ésta permanece inmóvil o se desplaza lentamente hacia delante. El macho intentará montarla por detrás, establecerá contacto con su cloaca y la copulará durante 10 a 15 minutos.
Las 180 especies de esta familia se distribuyen por América, Asia, África y Australia. Los elápidos son proteroglifos y sus colmillos acanalados, no perforados, son cortos en comparación con los vipéridos. Su veneno es mucho más tóxico que el de la mayoría de las víboras y suele afectar al sistema nervioso (neurotóxico), aunque algunas especies también tienen componentes hemotóxicos. Se distinguen dos grupos: las cobras y especies emparentadas (mambas, kraits, coralillos, etc.), que por lo general son terrestres aunque algunas especies suben a los árboles y otras excavan; y las serpientes marinas. Los elápidos terrestres abundan en Australia, lnsulindia, Malaysia, India, Arabia, Africa y centro y sur de América. Las cobras propiamente dichas pertenecen al género Naja, serpientes bien conocidas por su capacidad de levantar la parte anterior del cuerpo y dilatar su cuello en forma de disco, rasgo que comparten con los géneros Hemachatus y Ophiophagus. Existen varias especies del género Naja en el sur de Asia y norte de Africa. La más común es la cobra de anteojos (N. naja), que vive en casi todo el sur de Asia, incluidas las grandes islas del archipiélago de la Sonda y Sri Lanka; también se encuentra en el Himalaya hasta cerca de los 3 000 m de altitud. Hoy se suelen considerar especies a las 6 subespecies de esta cobra. Otra especie de la familia elápidos muy conocida, sobre todo porque con esta serpiente se suicidó la reina Cleopatra, es el áspid de Egipto (N. haje), del nordeste de Africa. También son africanas las cobras escupidoras (N. nigrícollis, N. mossambica y Hemachatus haemachatus, etc), así llamadas por su capacidad para lanzar su veneno a los ojos de cualquier animal amenazador, hasta unos 3 metros. Otro elápido singular es la cobra real (Ophíophagus hannah), de la India, Birmania y el Sudeste Asiático, que con sus 5,5 m de longitud máxima es la serpiente venenosa más larga del mundo. Con su veneno es capaz de matar a un elefante, aunque las cobras más pequeñas y los kraits o búngaros (género Bungarus) producen muchas más muertes en la india y en otras zonas de Asia. La cobra real, que es objeto de una gran veneración en el sagrado monte Popa de Birmania, se alimenta de aves, mamíferos y, sobre todo, de otras serpientes, como indica su nombre científico. La hembra amontona restos vegetales con la cabeza y construye un nido sobre el que pone sus huevos; acto seguido, lo recubre con otros vegetales, se enrosca sobre el nido y permanece a la defensiva hasta el nacimiento de las crías. En África, además de las cobras, provocan un gran número de muertes las mambas (género Dendroaspis), en especial la mamba negra (D. polylepis), Más agresiva y de mayor tamaño que la negra es, sin embargo, la mamba de cabeza estrecha (D. angusticeps), que con sus casi 4 m de longitud máxima, es la mayor serpiente venenosa después de la cobra real. Extremadamente rápida y ágil, es capaz de desplazarse a más de 10 km por hora y no duda en morder cuando se ve acorralada, lo que no resulta difícil porque su coloración y su morfología perfectamente crípticas impiden reconocerla hasta que ya es demasiado tarde. Pese a ello, esta temible especie que vive en zonas cubiertas de vegetación no suele acercarse a las zonas muy pobladas y es, por tanto menos peligrosa en términos estadísticos que la más antrópica mambra negra. En America Central y del Sur viven varias especies conocidas como serpientes coral o coralillos (géneros Micrurus y Micruroides). Exhiben hermosas coloraciones y, aunque no son muy agresivas, pueden inyectar un potente veneno, como la serpiente coral acuática (Micrurus guayanensis), propia del norte de Sudamérica, que recibe el significativo nombre de «diez minutos». En Australia, donde la familia adquiere su mayor abundancia y diversidad, viven algunas especies de venenos potentísimos. Una de los más conocidos es el acantofis cerastino o víbora de la muerte (Acanthophis antarcticus), que como la otra especie del género, se caracteriza por la espina córnea que remata su cola muy aguzada. Otros elápidos australianos son las peligrosas serpientes tigre (Notechis scutatus y N. ater), el taipán (Oxyuranus scuteIlatus) y las cobras terrestres australianas (Pseudonaja textiIis y P. modesta); las tres primeras especies figuran entre las más letales del mundo. Los elápidos constituyen más del 80% de las serpientes de Australia, lo que constituye un caso único, ya que en casi todas las regiones biogeográficas del mundo los ofidios venenosos son una minoría o incluso no existen, como, por ejemplo, en las islas de Cuba, Madagascar y Baleares. Las serpientes marinas pasan su vida en el mar (géneros Hydrophís, Erihydrina y Pelamis) o por lo menos gran parte de ella (Laticauda). Son piscívoras y se distribuyen por el Indico y el Pacífico, desde la costa oriental de África hasta la occidental de América, siendo especialmente abundantes en el Sudeste asiático y varias islas del Pacífico. Su veneno es de acción muy rápida, por lo general neurotóxico y mucho más potente que el de las víboras, pero son muy poco agresivas, siendo raros los accidentes mortales. Muchos autores las clasifican en una familia distinta, hidrofíidos.
Comprende 39 especies que se distribuyen por el oeste de América del Norte, América Central, las Antillas y gran parte de América del Sur, Africa, Madagascar, Asia occidental, Nueva Guinea e islas Fidji y Salomón, Los boidos tienen ojos pequeños con la pupila vertical, el tronco grueso y la cola corta, más o menos prensil. La cabeza suele estar cubierta de placas generalmente más grandes que las escamas dorsales. Entre las boas destaca la boa constrictor (Boa constríctor). Este emblemático y hermoso boido vive en América tropical y subtropical, desde el centro de México hasta el norte de Chile y Argentina; aunque puede alcanzar grandes dimensiones (hasta 4 m), rara vez sobrepasa los 3 m. Se alimenta de aves, y sobre todo de mamíferos, y rehúsa los animales muertos. Es nocturna y durante el día a menudo se halla aletargada, haciendo su lenta digestión. La anaconda común (Eunectes murinus) es muy acuática y es la mayor de las serpientes del Mundo, ya que existen ejemplares que superan los 11 m de longitud y los 500 kg de peso. Se alimenta de mamíferos o aves que suele cazar de noche y en el agua, donde pasa gran parte de su tiempo. En efecto, gracias a un dispositivo que le permite cerrar herméticamente los orificios nasales, puede permanecer largo tiempo sumergida. No obstante, sale a la orilla de vez en cuando para calentarse al sol o para engullir allí con mayor tranquilidad las presas que ha capturado en el agua, En los bosques tropicales de Sudamérica existen otras tres especies de anacondas, también del género Eunectes, pero todas ellas de menores dimensiones. Otro género americano es Epicrates, cuyas siete especies se distribuyen por America Central, Sudamérica tropical y las Antillas. Especies de este género son la boa de Jamaica (E. subflavus), la boa de Cuba (E. angulifer) y la boa arco iris (E. cenchria).
El escuerzo cornudo (Ceratophrys cornuta), del nordeste de Brasil, Guayanas y oeste de Ecuador, es de cuerpo voluminoso y rechoncho, Por su aspecto recuerda a un sapo verdadero, pero tiene la cabeza enorme y elevada. La especie debe su nombre a que posee sobre cada ojo una prolongación parecida a un cuerno pero de consistencia blanda, cuya longitud iguala a la del diámetro del ojo. Su tamaño también es importante, ya que puede alcanzar 20 cm de longitud y una anchura apenas inferior, lo que realza todavía mas su hórrido aspecto. Este sapo inspira temor a la gente porque, cuando se siente acorralado, planta cara incluso a los seres humanos y se defiende mordiendo con sus mandíbulas. La potencia de éstas, combinada con el gran tamaño de la cabeza, le permite alimentarse de presas tan grandes como aves, tortugas, pequeños mamíferos, serpientes y otros anuros, Incluso los renacuajos (no sólo de esta especie, sino también de otras del mismo género) son carnívoros y, contrariamente a la mayoría de las larvas de anuros, tienen ambas mandíbulas tapizadas con varias hileras de dientes afilados como si fueran tiburones. Análogo al escuerzo cornudo, pero con los cuernos mucho menos pronunciados y de menor tamaño, es el escuerzo ornado (C. ornata), que vive en zonas boscosas del sudeste de Brasil, Uruguay, Paraguay y parte de Argentina, y destaca por su coloración muy viva que es, sin embargo, perfectamente críptica en la hojarasca del bosque. Aún así, este anfibio suele permanecer escondido bajo las hojas secas, asomando tan sólo los ojos, para acechar a sus presas. Las otras cuatro especies de este género tienen, como el escuerzo cornudo, el párpado superior de cada ojo transformado en una especie de cuerno. Una de ellas, C. americana, es muy similar a un pequeño sapo común -no supera los 5 cm de longitud y los cuernos son poco aparentes-; la otra, C. boei, es uno de los anuros más pequeños, ya que no sobrepasa los 2 cm. Las otras cuatro especies de este género tienen, como el escuerzo cornudo, el párpado superior de cada ojo transformado en una especie de cuerno. Una de ellas, C. americana, es muy similar a un pequeño sapo común -no supera los 5 cm de longitud y los cuernos son poco aparentes-; la otra, C. boei, es uno de los anuros más pequeños, ya que no sobrepasa los 2 cm.
|
Archivos |